1. Eurotongo
2. Rusia VS Ucrania
3. Salvadorable
4. Francesco Gabbani
Algo que, junto al no paso a la final de Montenegro, aún no he asumido. El italiano siempre fue el gran favorito, en mi ranking y en el de medio mundo. Y es muy probable que ese haya sido su gran problema. Una propuesta colorida, graciosa y muy bailonga. A Francesco por aquí le seguimos queriendo igual y diga Europa lo que diga Occidentali’s Karma es un temazo que merecía un top3, pero en Eurovision siempre pasan cosas locas. A favor de todos aquellos que no entendieron nada, debemos reconocer que el tajazo que le dieron a la canción ganadora del Festival de San Remo para ajustarse a los requerimientos de Eurovision se notaba un poco, aunque es muy probable que la mayoría no supiesen que esa canción tenía dos estrofas más. Buscando una parte positiva al batacazo italiano, decir que Francesco Gabbanni y su scimmia han conseguido que Italia vuelva a fijarse en Eurovision, que eso no es moco de pavo.
5. Abraham Kostov
Por Bulgaria, el primer representante nacido en el siglo XXI. Un niño que además de cantar estupendamente, te hace sentir muy mayor. Algunos dicen que lo de Kostov fue una sorpresa, yo digo que eso es que no has visto las semis. El chaval destacó en su semi y, desde ese momento y si eres un eurofan en condiciones, sabías que el niño iba a pelear fuerte por hacerse con el micrófono de cristal. Y así fue. Que el Abraham Mateo búlgaro y con diastema, acabó segundo. Puesto muy merecido todo hay que decir, aunque yo lo prefiriese para Francesco.
6. Moldoboda y sus novi-coristas
Para mí, toda una (aunque grata) sorpresa. Antes de su semi, la canción me parecía una canción friki más. Y ya. Pero ya con su escenografía y sus cosas se veía que Moldavia, además de merecerse el paso a la final, no iba a quedar muy abajo. Los SunStroke Poject repetían en Eurovision después del fracaso absoluto, a excepción del Epic Sax Guy, de 2010. Resultado: un tercer puesto. Quizá un poco demasiado para lo que era, pero injusticias más grandes de cometieron esta edición (véase Montenegro otra vez o la oscura pero buenísima Finlandia).
De la inspiración Griega en nuestra Ruth Lorenzo, del húngaro que llamaba a Maluma, del sueco de plástico que se creía un Justin Timberlake wannabe, de Heidi y un vampiro random representando a Rumanía, de la Blanche secuestrada sufriendo como Geno mientras canta como Lana del Rey, de la sombra de Amir en la actuación de la sosísima Alma o de la copia descarada de Guetta que llevó Alemania, no me apetece hablar, la verdad. Bueno, aunque si me pinchan un poco…
La victoria de nuestros vecinos nos ha dejado clarinete que eso de que si no cantas en inglés, nunca podrás ganar; es mentira. Que los países del este ya no se votan tanto entre ellos, si no que en 2017 votaron en masa a Portugal, uno de los países más marginados del festival. Que Portugal tiene mazo vecinos, y por eso ganó. Que necesitamos colorinchis, mucho ventilador y fuegos artificales para salir victorioso. Y alguna cosa más.
Eurovision tiene un componente político que es innegable, pero por encima de todo es música. Una buena propuesta musicalmente hablando, sea en el idioma que sea, siempre se verá reflejada en los resultados. Así que, cuñados del mundo, avanzad e innovad en los comentarios que le dedicáis a Eurovision.